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Historia

Beniarrés, Benafarrez, Benarraes, Benarés, Beniarraez… así ha sido y es conocido el lugar asentado en una pequeña colina a la entrada de la Vall de Perpuchent. La presencia humana se desarrolla en estas tierras desde la Prehistoria, siendo la Cova de l’Or el símbolo más emblemático; pero es a partir del 5 de abril de 1259 cuando aparece la primera documentación escrita, constando la existencia de una torre defensiva y alrededor de la misma unas pocas casas. Aunque geográficamente pertenece a la Vall de Perpuchent, se encuentra bajo el dominio del Señor de Planes. En 1273, Dª Teresa Gil de Vidaura, señora de Planes y Travadell, vende la alquería de Beniraehç a Ramón de Riusec, señor de Perpuchent. Al poco tiempo, ya incorporado al Valle, concretamente el 25 de abril de 1275, se otorga una Carta Puebla a diez moradores cristianos. Ese mismo año, Beniarrés pasa a manos de Arnaldo de Romaní, y poco más tarde a su hijo de igual nombre perteneciente la Orden de San Juan del Hospital. El 17 de julio de 1317, al crearse la Orden Militar de Nuestra Señora de Montesa absorbiendo los bienes de la de San Juan del Hospital y la del Temple, Beniarrés queda incorporado a ella, tomando posesión del Valle el 1 de marzo de 1320. Bajo su tutela estará hasta la disolución de los señoríos a mediados del XIX. Apenas 100 años después de la primera carta Puebla de 1275, ya no quedaban cristianos en Beniarrés y todos sus habitantes eran moriscos que continuaron cultivando los campos y cuidando de sus ganados hasta su expulsión en 1609. A partir de ese momento se repuebla, no sin dificultad, con familias venidas de la Huerta de Alicante, de los Valles de Albaida, Onteniente, Guadalest y de los lugares vecinos.

Muchas son las vicisitudes históricas y los problemas derivados de la climatología y el cultivo de la tierra, ya que ésta en su mayoría es de secano, produciéndose trigo, uva, aceitunas, almendras y hojas de morera, las cuales sirvieron como base para una floreciente industria de la seda hasta el siglo XIX. Fue en 1748, como consecuencia de los terremotos cuando se dio la providencial devoción de Frey Joseph Vilaplana quien supo inculcar a todos los habitantes de este pueblo la devoción a la Virgen de la Cueva Santa, nombrándola Patrona y Protectora del Lugar. Con la decadencia de la industria de la seda en el XIX, los vecinos de Beniarrés potencian el cultivo del olivo con la construcción de enormes terrazas de piedra en las laderas de las montañas, llegando a alcanzar gran fama la calidad de su aceite. Con la venida del ferrocarril, de la luz eléctrica y el telégrafo se propicia un resurgir de cara a la modernidad que empuja imparable el devenir de Beniarrés. Gran impacto tuvo la construcción del Pantano de Beniarrés en los años centrales del siglo XX que atrajo a muchas familias venidas de otros lugares a residir en la localidad. Aunque importante todavía, la agricultura pasa a un segundo lugar y sus habitantes optan por nuevos medios de ganarse la vida para poder afrontar el futuro.